EL SUEÑO QUE ACOSA
Un sueño absolutamente metódico la acosaba. Un hombre con un sobretodo negro, largo hasta los pies, avanzaba por el jardín hacia la puerta de su casa. Llevaba un sombrero también negro que no le dejaba ver la cara. Sólo la sonrisa. Grande y hacia un costado. Levemente inclinada hacia un costado. Los pasos del hombre eran cortos y silenciosos, pero decididos. Lo más trágico del sueño era que ella estaba con la puerta abierta y cuando veía al hombre, su cuerpo se inmovilizaba. Hubiera querido correr hasta el teléfono y llamar a la policía o cerrar las puertas y ventanas, pero no podía. Era esa sonrisa la que la dejaba irremediablemente inmóvil hasta el momento en que concentraba todas sus fuerzas y hacía un terrible esfuerzo. Entonces lograba llegar a la puerta de entrada. El hombre llegaba junto con ella y se enfrentaban sus ojos. Ahí terminaba el sueño. Teresa vivía sola. Sus tres hijos estaban casados y Ángel había muerto hacía diez años. Nadie quería que estuviera sola en esa casa d...