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EL SUEÑO QUE ACOSA

Un sueño absolutamente metódico la acosaba. Un hombre con un sobretodo negro, largo hasta los pies, avanzaba por el jardín hacia la puerta de su casa. Llevaba un sombrero también negro que no le dejaba ver la cara. Sólo la sonrisa. Grande y hacia un costado. Levemente inclinada hacia un costado. Los pasos del hombre eran cortos y silenciosos, pero decididos. Lo más trágico del sueño era que ella estaba con la puerta abierta y cuando veía al hombre, su cuerpo se inmovilizaba. Hubiera querido correr hasta el teléfono y llamar a la policía o cerrar las puertas y ventanas, pero no podía. Era esa sonrisa la que la dejaba irremediablemente inmóvil hasta el momento en que concentraba todas sus fuerzas y hacía un terrible esfuerzo. Entonces lograba llegar a la puerta de entrada. El hombre llegaba junto con ella y se enfrentaban sus ojos. Ahí terminaba el sueño. Teresa vivía sola. Sus tres hijos estaban casados y Ángel había muerto hacía diez años. Nadie quería que estuviera sola en esa casa d...

EL EXTRAÑO ENVOLTORIO DEL LOCO PABLO (NOVELA)

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Capítulo 1 -------------- Te veo ahí, con unas ganas bestiales de llenar tus hojas en blanco y me parece imposible haberlo conseguido. No lo puedo creer. ¡Me costó tanto! No eras fácil de roer, para nada, más bien parecías impermeable a toda tentación. -------------- Todo empezó hace más o menos ocho meses. ¿Te acordás? Mucho tiempo, ¿no ? Demasiado tiempo para invertir en un futuro incierto. Estabas en una plaza leyendo el diario, sentado debajo del único banco con sombra. Creo que se la daba una casuarina. -------------- Pasé junto a vos que ni te fijaste en mí pese a que rocé tus zapatos con los míos, y hasta te pedí disculpas. Tus ojos permanecieron obsesivos en el diario. Sólo por un momento se detuvieron sobre mi cuerpo, pero ausentes, muy ausentes. Y te confieso que lejos de molestarme, me gustó esa ausencia. Uno de los míos, dije, y sonreí esperanzado. Desde entonces no pude dejar de pensar en vos. Él es el i...
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ESA GENTE QUE PASA A MI LADO Créanme que toda esa gente que pasa a mi lado tiene una historia digna de conocer, y que cualquiera de nosotros podría descubrirla con sólo meterse en los pliegues de sus cuerpos, que es donde todos escondemos nuestras historias. Pero yo voy a elegir sólo una para contarles a ustedes. Todavía no he decidido si será la del señor que está sentado en la mesa de la izquierda, la que da a calle Córdoba, y que lee el diario mientras espera que se enfríe el café, o la de esa mujer tan pintarrajeada que no para de fumar. Creo que voy a desechar la de la mujer. Sí, ya lo he decidido. No me importa. Esas pitadas profundas y continuas no me hablan más que de angustias inmanejables. Y hoy no tengo ganas de hablar de angustias o de histerias provocadas por hechos insustanciales. Por eso voy a dedicarme al señor que lee el diario porque les aseguro que con sólo ver sus gestos y sus movimientos más ínfimos me siento en condiciones de contarles muchas cosas de él, como por...